lunes, 30 de julio de 2012

El dragón que se comió la luna




Texto de María Bautista
Ilustración de Raquel Blázquez

Hace mucho, mucho tiempo, el planeta en el que vivimos no estaba habitado por personas sino por otros seres muy distintos: los dragones.

Los había de todos los tamaños y de todos los colores. Algunos expulsaban fuego por la nariz y otros, más amables, echaban flores. Había dragones que comían ratones y otros que simplemente se alimentaban de hierba. Había dragones a los que les gustaba hacer piruetas al volar (los llamaban bailarines) y había otros que si volaban demasiado alto se mareaban (los llamaban torpes).

También había dragones caprichosos. El protagonista de esta historia era uno de ellos. Era verde, pequeño y revoltoso. Se llamaba Draguidurú y siempre se empeñaba en conseguir las cosas más absurdas e inútiles, para desgracia de su amigo Dragodoró, que siempre tenía que acompañarle en todas sus locuras.


- Quiero volar hasta el pico más alto.
- Quiero nadar en el lago más dulce.
- Quiero encontrar la piedra más brillante.
- Quiero plantar en mi jardín las flores más bellas.

Y por más que Dragodoró trataba de impedírselo, Draguidurú siempre conseguía lo que quería. Hasta que una noche al pequeño dragón verde le entró un hambre feroz.

- Dragodoró, ¿no te mueres de hambre?
- Un poco, ¿nos vamos a comer insectos al río?
- No quiero insectos, me apetece algo más suculento.
- ¿Y si nos llevamos algunos tomates del huerto de Dragadí?
- No quiero tomates, me apetece algo diferente.
- ¿Escarabajos peloteros? ¿Piñones? ¿Lombrices rebozadas en barro? ¿Higos dulces? ¿Amapolas bañadas en miel? ¿Abejorros con salsa de calabaza?

Pero todo lo que Dragodoró le proponía, era demasiado aburrido para Draguidurú, que se había cansado de comer siempre lo mismo.

- No lo entiendes, Dragodoró…¡quiero comer algo distinto! Quiero comer…

Y entonces la vio. Era blanca, brillante y muy apetitosa. Parecía un huevo de avestruz, pero mucho más redondo y perfecto. Draguidurú la señaló con el dedo y exclamó.

- Ahí está, ¡eso es lo que me quiero comer!

Draguidoró miró hacia donde su amigo señalaba y exclamó con sorpresa:

- ¿La luna? ¿Cómo vas a comerte la luna? ¡Te has vuelto loco!

Pero Draguidurú ya volaba en dirección al cielo, relamiéndose de gusto ante la idea de llevarse a la boca aquel apetitoso manjar. Poco le importaba a Draguidurú comerse la luna y dejar al resto de dragones sin ella. Total, ¿para qué servía la luna? Es cierto que iluminaba la noche, pero también podían hacerlo los dragones que expulsaban fuego.

Así que Draguidurú siguió volando y antes de que se diera cuenta estaba ante la luna. Era mucho más grande de lo que pensaba: tardaría días en devorarla. Pero como tenía un hambre feroz, el pequeño dragón verde comenzó a comer y a comer y a comer…

Estuvo catorce noches comiendo sin parar. Al principio nadie notaba nada, pero a medida que pasaba el tiempo, todos los dragones se dieron cuenta con terror de que la luna ¡estaba desapareciendo!

Cuando Draguidurú por fin se comió la luna entera, muy satisfecho, quiso contárselo a todo el mundo.

- ¡Ay qué ver lo sabrosa que estaba la luna! ¡Riquísima!

Y tanto presumió que la historia llegó a oídos del rey Sol.

- ¿Eres tú el dragón que se ha comido la luna?

Muy orgulloso, Draguidurú afirmó con la cabeza.

- ¿Querías haberla probado? Demasiado tarde, me la he comido entera.

Pero el rey Sol no quería comerse la luna. ¡Cómo iba a querer devorar a su compañera de trabajo! Sin ella, el rey Sol no tendría descanso y si el sol brillaba a todas horas, siempre sería de día. Al comerse a la luna, Draguidurú se había comido también la noche entera.

- ¿No te das cuenta de lo que has hecho? ¡Nos hemos quedado sin noche! Y todo por culpa de un dragón caprichoso…

Al darse cuenta, Draguidurú se sintió muy avergonzado y trató de disculparse. Pero el rey Sol no quería ninguna disculpa. Lo que quería era recuperar la luna. Así que llevó al dragón hasta la asamblea de estrellas.

(Imaginaros: ¡las estrellas sí que estaban enfadadas! Sin noche, ¿qué harían ellas?).

Después de discutir durante horas, la asamblea de estrellas obligó a Draguidurú a devolver la luna. Pero la luna era tan grande, que el pequeño dragón verde no pudo expulsarla toda de una vez. Tardó otros catorce días en ir sacando, pedazo a pedazo, la luna de su cuerpo.

Cuando terminó, la luna, redonda y blanca, brillaba en lo más alto del cielo. El pobre Draguidurú estaba agotado…

- Ahora que ya tenéis la luna de nuevo ¿puedo volver a mi casa? ¡Echo tanto de menos a mi amigo Dragodoró!

Pero la asamblea de estrellas no estaba dispuesta a dejarle volver a casa. Habían estado a punto de perder la noche y aquello no podía volver a suceder. Por eso la asamblea de estrellas condenó a Draguidurú a repetir su acto una y otra vez. Primero se comería la luna durante catorce días y cuando ya no quedara ni rastro de ella en el cielo, la iría expulsando día tras día durante otros catorce días.

Una y otra vez.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Para siempre.

Y es por esto que la luna va cambiando noche tras noche.

Y es por eso también que si nos fijamos bien, las noches en que la luna va menguando podemos descubrir los mordiscos del pequeño dragón verde Draguidurú, condenado para siempre a comer y devolver la luna cada veintiocho noches.

martes, 17 de julio de 2012

¡Me aburro!

“¡Mamá, me aburro!” En estos días de vacaciones de verano seguro que no tardarán en escuchar a su hijo o hija decirlo más de una vez. En esta entrada voy a abordar el tema y a tratar de daros unas pautas para afrontarlo.




Antes de empezar
Aburrirse… es bueno
Aunque no lo crean el hecho de que tus hijos se aburran es bueno. El aburrimiento es una situación “desagradable” y pone en marcha mecanismos para evitar esta situación. De esta forma estimula la creatividad y el ingenio para poder combatirlo.

Si directamente le solucionas el problema, estás eliminando esa parte positiva y estás coartando su creatividad e ingenio.

Por qué se aburren
Algunos papás y mamás os extrañáis de que se aburran a pesar de que tienen “de todo”. Generalmente los chicos tienen durante el curso un ritmo y horario muy rutinario y estructurado: ir al cole, comer, descanso, actividades extraescolares, deberes… En las vacaciones de verano hay más tiempo libre que rellenar y al principio, no saben cómo hacerlo.

En realidad es una situación muy similar a la que ocurre con las personas que se jubilan que cuando llevan un periodo en esa situación no saben qué hacer “con todo el tiempo del mundo”.

Seis consejos prácticos
1. No lo entretengas
Si tu hijo o hija te dice que se aburre… tiene un problema: no se lo soluciones, no lo entretengas. Él tendrá que aprender a gestionarse su tiempo libre, a rellenar ese tiempo. Para ello estimulará su creatividad para buscar una solución. El aburrimiento no es problema de los padres: es un problema del niño o niña, déjalo que lo solucione.

2. Ofrécele algunas posibilidades
Puedes proponerle algunas posibilidades de entretenimiento, para que él eleja. Por ejemplo, la lectura, escribir historias, un diario, dibujar o pintar, las manualidades con diferentes materiales como escayola, arcilla, marquetería… la realización de puzzles más complejos, hacer abalorios, como collares, pulseras, las construcciones, etc.

También le podéis enseñar y ofrecer diferentes espacios que haya disponibles en la localidad y que él pueda ser usuario, por ejemplo bibliotecas locales y otros centros culturales.

3. Facilítale disfrutar al aire libre
El verano es un tiempo para disfrutar al aire libre y hacer ejercicio. Si está dentro de tus posibilidades, facilítale esta alternativa: acudir a la piscina aunque sea unos días a la semana, salir con la bicicleta o el patinete, jugar en lugares seguros al exterior…

4. Encomiéndale tareas
También es adecuado que le encargues algunas tareas del hogar adecudas a sus posibilidades y edad. Es una forma de educarlos en la corresponsabilidad.

Desde ayudar en la limpieza de la casa, la vajilla, cuidado de las plantas o del jardín, cuidado de mascotas, lavar el coche, hasta realizar algunas pequeñas “chapuzas” como pintar o similares. Siempre supervisados y que sean adecuadas a su edad.

5. Ponlo en relación con otros niños
Dependiendo de las posibilidades, es muy conveniente ponerlo en relación con otros niños: sus amigos del colegio, primos o amigos del barrio. Compartir juegos e ideas con otros chicos también estimulará su creatividad para combartir el aburrimiento.

6. Evita el monopolio de ciertas actividades
Por último, debes evitar que ciertas actividades monopolicen su tiempo libre, sobre todo aquellas más pasivas, como la televisión. No pasa nada porque dediquen más tiempo a la televisión o a los videojuegos del que dedican durante el curso, pero que no se conviertan en las únicas actividades de tiempo libre. Lo mejor es que dispongan de una variedad de actividades.

Esta entrada plantea una reflexión importante sobre la educación para el tiempo libre que hacemos en nuestra cultura. ¿Quién nos enseña a disfrutar del tiempo libre? Pero quizás sea una actividad muy “sesuda” para las altas temperaturas que vivimos en estos días.

En cualquier caso, espero que esos consejos os ayuden a combatir… el aburrimiento de vuestros hijos e hijas.

Visto en http://familiaycole.com/

viernes, 13 de julio de 2012

Arena de playa en casa

Una receta muy fácil:



8 vasos de harina
1 vaso de aceite corporal tipo Johnson's Baby

Y ya podemos hacer castillos de arena, o esconder algunos de nuestros muñecos y jugar a los arqueólogos...




visto en http://www.jugglingwithkids.com/2011/11/cloud-dough.html

¡A divertirse!

viernes, 6 de julio de 2012

Resolución de problemas

Pinchando sobre la imagen llegaréis a la página desde donde se puede descargar e imprimir este cuadernillo de problemas.


martes, 3 de julio de 2012

Caligrafía

Si os interesa mejorar vuestra letra, aquí os podéis descargar un cuadernillo llamado Taller de caligrafía, pinchad aqui

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...