sábado, 31 de marzo de 2012

Un deseo decumpleaños (capítulo 1)




Olivia perdió la Fantasía precisamente el día de su cumpleaños. En casa habían organizado una gran fiesta y Papá había hecho una suculenta tarta de chocolate donde había colocado siete velas. Después de encenderlas con cuidado, Mamá cogió su cámara y comenzó a hacer fotos, con la esperanza de captar el momento exacto en que Olivia apagara toda las velas.

- Pide un deseo antes de soplar, Olivia – gritaron a coro todos sus amigos.

Olivia trató de pensar un deseo: Comer todo el chocolate del mundo. Poder ver la televisión cuando quiera. Acostarse tarde. No tener que ir al colegio tan temprano. Ser tan alta como la prima Mariona, que con su misma edad le saca casi una cabeza. Tener un perro. Que mamá no se enfade cuando no quiere comerse la fruta. Una bicicleta sin ruedines. Que a papá no le moleste que haga ruido cuando quiere escuchar las noticias…

¿Un solo deseo? Imposible decidirse.

- Venga Olivia, ¡qué se van a consumir las velas!

- Claro, no le des más vueltas, pide lo primero que se te pase por la cabeza.

Olivia miró a su alrededor con la esperanza de encontrar el deseo perfecto. Pero lo que vio fue una pila de libros que había recibido como regalo. ¡Qué manía tenía la gente con regalar libros! Con lo poco que le gustaba a ella leer…

- Ojalá no tuviera que leer más – pensó de repente y sopló con fuerza las siete velas.

Por la noche, acabada la fiesta, Olivia se metió en la cama. Estaba tan cansada que no tardó mucho en dormirse profundamente y así hubiera seguido hasta la mañana siguiente si no llega a sentir como alguien le tiraba del pelo.

- ¡¡Ay!! ¡Qué daño! ¿Quién me tira del pelo?

- Soy yo, el duende de las velas de cumpleaños. ¡No había manera de despertarte! – exclamó con voz chillona un pequeño ser vestido de verde con un extraño gorro puntiagudo que terminaba en una vela encendida.

- ¿Y qué haces aquí?

- Asegurarme de que tu deseo de cumpleaños se hace realidad. Veamos, tengo apuntado que lo que quieres es no leer más. ¿Estás segura?

- Claro que sí, leer es aburridísimo. Una pérdida de tiempo. Prefiero jugar, ver la tele, salir al parque…

- Está bien. No leerás más. Pero a cambio tendré que llevarme tu Fantasía.

- ¿Mi Fantasía? ¿Para qué la quieres?

- ¿Para qué la quieres tú? Si no vas a leer nunca más, no la necesitarás, así que me la llevo.

Olivia se quedó pensativa durante un momento. No es que usara la fantasía a menudo, pero era suya y dársela a aquel extraño personaje significaba perderla para siempre.

- Bueno, qué ¿te decides? – gruñó malhumorado e impaciente el duende de las velas de cumpleaños.

Abrumada por las prisas, Olivia no se lo pensó dos veces y aceptó el trato:

- Sí, llévatela. Total, tampoco es que la use para nada importante…

Al decir eso, el duende de las velas de cumpleaños se quitó el sombrero y sopló la llama de su gorro puntiagudo. Al hacerlo, la luz de la vela y el propio duende desaparecieron sin dejar rastro.

Y fue así, de esta forma tan absurda, como perdió la pequeña Olivia su Fantasía…


¿Os ha gustado? ¿queréis saber cómo continúa? Mañana lo sabréis.

¡besitos voladores!

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